EN LA ORILLA...
" He sentido mi frustración sin pensar que formaba parte de la caída del mundo, más bien he vivido con el convencimiento de que cuanto me concierne caducará con mi desaparición, porque es sólo manifestación del pequeño cogollo de lo mío. Un ser sustituible entre miles de seres sustituibles. Ahí, nuestro desencuentro. Tú has tenido la capacidad o el don de leer tu biografía como pieza del retablo del mundo, convencido de que guardas en los avatares de tu vida parte de la tragedia de la historia, la actual, la de las habladurías y miserias de Olba, y la vieja historia de las infidelidades y traiciones de la guerra, y también la que representa a miles de kilómetros de aquí, y a varios siglos de distancia: te conmueven las guerras que se desarrollan en las montañas de Afganistán, en Bagdad, en algún poblachón de Colombia: tu sufrimiento es un sufrimiento que está en todas partes, en el núcleo de cada desgracia como, para los cristianos, el cuerpo de Cristo está en cada una de las hostias y en todas ellas: el cuerpo entero, terso y vigoroso, en los frágiles pedazos de pan que se dispensan uno y otro día a los fieles en cualquiera de las iglesias del mundo, el mismo cuerpo entero e idéntico en las hostias que se han dispensado un siglo tras otro. Como en el caso de los que acuden a la iglesia, tu actitud me confirma que lo que mejor soporta el paso del tiempo es la mentira. Te acoges a ella y la sostienes sin que se deteriore. En cambio, la verdad es inestable, se corrompe, se diluye, resbala, huye. La mentira es como el agua, incolora, inodora e insípida, el paladar no la percibe, pero nos refresca.
Secta sin afiliados ni cómplices; tú, sólo tú, y tus camaradas, tan ubicuos y tan invisibles como el cuerpo de Cristo guardado en las hostias, golems a la medida de los propios deseos. Celebras tus ritos en casa: el despachito acristalado del taller, el cobertizo del patio, la soledad de tu cuarto, donde encima de un pequeño tocador tienes puesto el aparato de radio. Años cincuenta, sesenta: pegas la oreja a la rejilla de la radio conectada a un volumen apenas perceptible. Escuchas las noticias que, sobre España, emiten la BBC de Londres, radio París, la Pirenaica: para aislar el sonido, cubres con una toalla a la vez el receptor y tu cabeza, ninguno de nosotros puede pisar esa habitación mientras escuchas los noticiarios; en el taller, bajo el banco de carpintero, en un lugar invisible (lo descubro en mis juegos, arrastrándome por el suelo) encolas fotografías con la cara barbuda de Marx, la de la Pasionaria, que has recortado de algún viejo libro, de alguna revista. Pasará mucho tiempo antes de que yo sepa quiénes son esos personajes cuyas caras guardas en un lugar inaccesible como los pintores de las cuevas de Altamira guardaban las imágenes de sus animales fetiche. Y, en el revés de los calendarios que hay colgados en el almacén, desde que has salido de la cárcel anotas a lápiz las fechas que para ti son pasos decisivos en el restablecimiento de las circunstancias que van a permitirte completar la hombría demediada desde el momento en que decidiste entregarte. Guardaste entre tus papeles esas estampas de calendario con sus anotaciones, como imagino que has creído guardar para esa normalidad venidera, para el día en que concluyan los tiempos sombríos -los años que nos han convertido en nulidad-, el amor de esposo, los afectos, el trato paternal, la comprensión, la solidaridad que nunca practicaste, o cuyas expresiones yo no he sido capaz de entender (la tuya, una solidad futura, que nunca encontraba su momento, pájaro sin rama en la que posarse y hacer nido). Encontré algunas láminas de calendario hace bastante tiempo. "
Parole Nere es el espacio donde May Acebes da voz a los libros que, bajo su prisma, tienen algo que contar y transmitir. Repasando siempre un poco la biografía de cada autor, así como la esencia del libro que recomienda, cada semana pretende invitar a la lectura a todo aquel que quiera adentrarse en este maravilloso Arte.
lunes, 17 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
PAROLE NERE..."LOS CIEN MEJORES CUENTOS DE LA LITERATURA UNIVERSAL"
LOS CIEN MEJORES CUENTOS DE LA LITERATURA UNIVERSAL
- A la deriva – Horacio Quiroga
- Aceite de perro – Ambrose Bierce
- Algunas peculiaridades de los ojos – Philip K. Dick
- Ante la ley – Franz Kafka
- Bartleby el escribiente – Herman Melville
- Bola de sebo – Guy de Mauppassant
- Casa tomada – Julio Cortázar
- Cómo se salvó Wang Fo – Marguerite Yourcenar
- Continuidad de los parques – Julio Cortázar
- Corazones solitarios – Rubem Fonseca
- Dejar a Matilde – Alberto Moravia
- Diles que no me maten – Juan Rulfo
- El ahogado más hermoso del mundo – Gabriel García Márquez
- El Aleph – Jorges Luis Borges
- El almohadón de plumas – Horacio Quiroga
- El artista del trapecio – Franz Kafka
- El banquete – Julio Ramón Ribeyro
- El barril amontillado – Edgar Allan Poe
- El capote – Nikolai Gogol
- El color que cayó del espacio – H.P. Lovecraft
- El corazón delator – Edgar Allan Poe
- El cuentista – Saki
- El cumpleaños de la infanta – Oscar Wilde
- El destino de un hombre – Mijail Sholojov
- El día no restituido – Giovanni Papini
- El diamante tan grande como el Ritz – Francis Scott Fitzgerald
- El episodio de Kugelmass – Woody Allen
- El escarabajo de oro – Edgar Allan Poe
- El extraño caso de Benjamin Button – Francis Scott Fitzgerald
- El fantasma de Canterville – Oscar Wilde
- El gato negro – Edgar Allan Poe
- El gigante egoísta – Oscar Wilde
- El golpe de gracia – Ambrose Bierce
- El guardagujas – Juan José Arreola
- El horla – Guy de Maupassannt
- El inmortal – Jorge Luis Borges
- El jorobadito – Roberto Arlt
- El nadador – John Cheever
- El perseguidor – Julio Cortázar
- El pirata de la costa – Francis Scott Fitzgerald
- El pozo y el péndulo – Edgar Allan Poe
- El príncipe feliz – Oscar Wilde
- El rastro de tu sangre en la nieve – Gabriel García Márquez
- El regalo de los reyes magos – O. Henry
- El ruido del trueno – Ray Bradbury
- El traje nuevo del emperador – Hans Christian Andersen
- En el bosque – Ryonuosuke Akutakawa
- En memoria de Paulina – Adolfo Bioy Casares
- Encender una hoguera – Jack London
- Enoch Soames – Max Beerbohm
- Esa mujer – Rodolfo Walsh
- Exilio – Edmond Hamilton
- Funes el memorioso – Jorge Luis Borges
- Harrison Bergeron – Kurt Vonnegut
- La caída de la casa de Usher – Edgar Allan Poe
- La capa – Dino Buzzati
- La casa inundada – Felisberto Hernández
- La colonia penitenciaria – Franz Kafka
- La condena – Franz Kafka
- La dama del perrito – Anton Chejov
- La gallina degollada – Horacio Quiroga
- La ley del talión – Yasutaka Tsutsui
- La llamada de Cthulhu – H.P. Lovecraft
- La lluvia de fuego – Leopoldo Lugones
- La lotería – Shirley Jackson
- La metamorfosis – Franz Kafka
- La noche boca arriba – Julio Cortázar
- La pata de mono – W.W. Jacobs
- La perla – Yukio Mishima
- La primera nevada – Julio Ramón Ribeyro
- La tempestad de nieve – Alexander Puchkin
- La tristeza – Anton Chejov
- La última pregunta – Isaac Asimov
- Las babas del diablo – Julio Cortázar
- Las nieves del Kilimajaro – Ernest Hemingway
- Las ruinas circulares – Jorge Luis Borges
- Los asesinatos de la Rue Morgue – Edgar Allan Poe
- Los asesinos – Ernest Hemigway
- Los muertos – James Joyce
- Los nueve billones de nombre de dios – Arthur C. Clarke
- Macario – Juan Rulfo
- Margarita o el poder de Farmacopea – Adolfo Bioy Casares
- Markheim – Robert Louis Stevenson
- Mecánica popular – Raymond Carver
- Misa de gallo – J.M. Machado de Assis
- Mr. Taylor – Augusto Monterroso
- No hay camino al paraiso – Charles Bukowski
- No oyes ladrar los perros – Juan Rulfo
- Parábola del trueque – Juan José Arreola
- Paseo nocturno – Rubem Fonseca
- Regreso a Babilonia – Francis Scott Fitzgerald
- Solo vine a hablar por teléfono – Gabriel García Márquez
- Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril – Haruki Murakami
- Tlön, Uqbar, Orbis Tertius – Jorge Luis Borges
- Tobermory – Saki
- Un día perfecto para el pez plátano – J.D. Salinger
- Un marido sin vocación – Enrique Jardiel Poncela
- Una rosa para Emilia – William Faulkner
- Vecinos – Raymond Carver
- Vendrán lluvias suaves – Ray Bradbudry
Fuente: https://areaautonoma.wordpress.com
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