‘La muñeca’
Autor: Ismaíl
Kadaré
Crítica de la obra ‘La muñeca’
El recuerdo de una madre,
tamizado por la literatura
La primera vez que oí
hablar de Ismaíl Kadaré (Gjirokastér, Albania, 1936) fue en la presentación en
Valencia de ‘El amante albanés’, novela con la que Susana Fortes se proclamó
finalista del Premio Planeta en el año 2003. En aquel libro, la escritora
gallega se permitía un pequeño guiño hacia este escritor, uno de sus autores
favoritos. Ahora, trece años después cae en mis manos la nueva novela publicada
por Kadaré en España: «La muñeca», editada por Alianza Literaria. Por su
extensión, 128 páginas, probablemente resulte más adecuado clasificarla como
«nouvelle» o novela corta, modelo narrativo que Cortázar definió como «un
género a caballo entre el cuento y la novela».
La acción, como en otras
obras anteriores de Kadaré, discurre en Gjirokaster, cuna del escritor, donde
una joven de diecisiete años, «La muñeca», procedente de la familia de los
Dobi, es casada al modo tradicional, es decir, sin solicitar su consentimiento,
con un miembro del clan de los Kadaré, un linaje que conoció tiempos mejores.
«La muñeca» deja la casa familiar para alojarse en el nuevo hogar, una mansión
fría y austera, desmesurada, que incluso alberga un calabozo propio, donde su
suegra impone la ley de la convivencia. De este matrimonio nacerá Ismaíl
Kadaré, protagonista de la novela.
En la casa, la relación entre ambas no resultará sencilla y «La muñeca» se verá obligada a representar un papel de mujer sin criterio, sencilla en exceso, simplona casi, que lo acepta todo tras un rostro tan pálido como la porcelana, de ahí su apodo. La tensión establecida generará situaciones conflictivas y pillará en medio al marido de «La muñeca», que se convertirá en juez de los litigios. Sus decisiones no discurrirán por derroteros esperados, ya que la abuela, su madre, no entenderá jamás que él, su hijo, la rebaje al mismo nivel que a su nuera.
En la casa, la relación entre ambas no resultará sencilla y «La muñeca» se verá obligada a representar un papel de mujer sin criterio, sencilla en exceso, simplona casi, que lo acepta todo tras un rostro tan pálido como la porcelana, de ahí su apodo. La tensión establecida generará situaciones conflictivas y pillará en medio al marido de «La muñeca», que se convertirá en juez de los litigios. Sus decisiones no discurrirán por derroteros esperados, ya que la abuela, su madre, no entenderá jamás que él, su hijo, la rebaje al mismo nivel que a su nuera.
Tras el fallecimiento en
1953 de la matriarca, termina lo que Kadaré, de modo irónico, denomina «periodo
judicial» de la casa. Pronto surgirán nuevos problemas, ahora protagonizados
por el hijo de la pareja, que trata de emanciparse. El nieto Kadaré empieza a
tener éxito en la literatura. Publica en revistas, edita novelas y utiliza un
vocabulario que «La muñeca» no entiende. El punto álgido de tensión se alcanza
cuando decida contraer matrimonio con Helena, una compañera de clase, en contra
del deseo de su madre, que, con el mismo estilo tradicional albanés que
utilizaron con ella, tratará de casarlo con una cortesana. El golpe es fuerte y
«La muñeca» irá desmoronándose paulatinamente: su mundo desaparece y su propio
hijo la ignora.
Narrada en primera persona, la novela se centra en la figura de «La muñeca», la madre de Ismaíl Kadaré, con la que mantuvo una relación que nunca estuvo clara del todo para él. Lo explica en un pasaje cuando dice que «parecía una especie de dibujo o bosquejo del cual no se podía desprender» […] «incluso su blancura tenía la inescrutable rigidez de una máscara».
Narrada en primera persona, la novela se centra en la figura de «La muñeca», la madre de Ismaíl Kadaré, con la que mantuvo una relación que nunca estuvo clara del todo para él. Lo explica en un pasaje cuando dice que «parecía una especie de dibujo o bosquejo del cual no se podía desprender» […] «incluso su blancura tenía la inescrutable rigidez de una máscara».
Kadaré es un joven que ha
escrito libros, que los ha publicado, que ha marchado a Moscú para recibir
formación antiburguesa como literato, un tipo díscolo, un ser arrogante, que
romperá moldes tradicionales y que finalmente se exiliará a Francia, lugar
donde su literatura ha alcanzado un éxito considerable.
Sin embargo, no es el único personaje potente de la obra. Precisamente diría yo que nos encontramos ante una nouvelle de personajes potentes, con caracteres muy perfilados. Además de la suegra y de «La muñeca», resulta muy importante la figura del padre, un tipo al que todos conocen en Gjirokastér como el gran Reformador, por la cantidad de obras, unas acabadas, otras no, que emprendió en la mansión familiar y que fueron la causa y origen de las estrecheces económicas que atravesó el clan familiar.
Cierra el cuadro de protagonistas la Casa, «construida exprofeso para cobijar el mayor tiempo posible la frialdad y los malentendidos», que condiciona el comportamiento de todos los miembros de la familia.
Sin embargo, no es el único personaje potente de la obra. Precisamente diría yo que nos encontramos ante una nouvelle de personajes potentes, con caracteres muy perfilados. Además de la suegra y de «La muñeca», resulta muy importante la figura del padre, un tipo al que todos conocen en Gjirokastér como el gran Reformador, por la cantidad de obras, unas acabadas, otras no, que emprendió en la mansión familiar y que fueron la causa y origen de las estrecheces económicas que atravesó el clan familiar.
Cierra el cuadro de protagonistas la Casa, «construida exprofeso para cobijar el mayor tiempo posible la frialdad y los malentendidos», que condiciona el comportamiento de todos los miembros de la familia.
‘La muñeca’ es un relato evocador, escrito por alguien que abandonó su país hace muchos años. Para Ismaíl Kadaré, su escritura surge de modo natural, dejándose llevar, porque según ha manifestado en una reciente entrevista, «la literatura es, antes que nada, extraña». Y así de este modo, fluye ‘La muñeca’, salpicada de recuerdos reinventados y ordenados de manera más o menos cronológica. Y espontánea.
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