“La celdilla la aprisionaba, el ambiente era cálido y fétido. Le ardían todas las articulaciones del cuerpo debido a la frenética contorsión contra las paredes, tenía la cabeza presionada contra el pecho y las patas acalambradas, pero su lucha había funcionado: una de las paredes parecía haberse vuelto más frágil. Empujó con todas sus fuerzas y sintió que algo crujía y se rompía. Forzó y rasgó hasta que abrió un agujero que daba al exterior.
Se arrastró por el agujero y cayó al suelo de un mundo extraño. Un zumbido rugió en su cerebro, una vibración atronadora sacudió el suelo y mil olores la aturdieron. Tan solo podía respirar mientras la vibración y el zumbido disminuían gradualmente y el olor se evaporaba en el aire. Se le desentumeció el cuerpo rígido y se calmó conforme el conocimiento, de algún modo, llegaba a su mente.Estaba en la Sala de Llegadas y era una obrera.
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