martes, 7 de octubre de 2014

PAROLE NERE..."UN FRAGMENTO DE INTEMPERIE ELEGIDO POR MAY ACEBES PARA RADIO TUI"



“Hizo memoria de su encuentro con el pastor. El perro oliéndole la mano y el hombre fumando encorvado, con la manta sobre las piernas. Al mediodía una gota de sudor le bajó por la frente hasta caerle sobre la tela del pantalón, donde desapareció en un instante. Se quitó la camisa, la extendió delante de él y sobre ella vertió el contenido de su bolsa de lona. Separó sus pertenencias de los víveres que le había dejado el pastor: tres tiras de carne de cabra, tensas como el afilador de un barbero, una corteza de queso para roer, un trozo de pan y una lata de cuarto de kilo vacía. «Te vendrá bien», le había dicho el viejo por la mañana, tirándosela a los pies. «Te vendrá bien», se repetía bajo la sombra clara. ¿Por qué no le habría dado agua directamente? ¿Acaso abundaban los manantiales por las cercanías y había supuesto que hasta un niño como él los encontraría? ¿Era una invitación al reencuentro? ¿Tomaría leche en ella la próxima vez que se vieran? Sed. Con el sol en lo más alto volvió a meterlo todo en la bolsa, se puso la camisa y salió a la vereda. Caminó hasta la curva y antes de empezar a descenderla, se salió de las roderas y subió por la loma hasta alcanzar la palmera. Tenía el tronco agujereado y de lo alto colgaba una gran papada de ramas muertas. La sombra de la copa se proyectaba contra el suelo, dejando el tronco justo en el centro de la mancha. Se descolgó el morral y limpió de hojas y piedras un trozo de terreno. Como había hecho anteriormente, se quitó la camisa y la extendió como mantel en la parte limpia. Sacó los alimentos de la bolsa, los ordenó sobre la tela y se sentó a comer. Royó la corteza, intentando alejar de sí la idea de que no tenía agua. El queso, rancio y sudoroso, formó una película en su paladar que ya no le permitió descansar porque la sensación encurtida que le producía sólo podía ser lavada con agua. Rascándose el cielo de la boca con la punta de la lengua, se puso de pie. Cerca del árbol, inspeccionó las ruinas de una vieja construcción de adobe que el sol y el viento habían erosionado hasta convertir sus muros en un reguero de arcilla sobre el suelo. Reconoció la planta rectangular de una vivienda con una sola estancia, como era costumbre en la provincia, y recordó su casa a las afueras del pueblo. Ahora, solo bajo el sol, contemplaba aquel perímetro de dos palmos de altura con los bordes romos, como un cráter con cuatro esquinas. Se subió a una de ellas y oteó los contornos en busca de señales que delataran la presencia de sus perseguidores o de cualquier otra persona. El territorio se ondulaba liviano en todas direcciones y, allá donde mirara, la visión rasa se deformaba por los efectos del calentamiento del suelo.”

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